jueves, 20 de octubre de 2011
Vacuna contra el re-pago
Hay acciones cotidianas en la vida que no por su habitualidad dejan de fascinarme. Desde darle a un interruptor y que de repente se encienda la luz, a meterme en una boca de metro en una punta de una ciudad y salir diez minutos después en otra, o tuitear con el móvil desde los rústicos y alejados parajes de la Boquera del Carche accediendo a internet rodeado de viñas.
Os reconozco que, pese a conocer de qué manera se generan esas posibilidades, me sigue dando a veces una sensación de índole mágica que me encanta. La misma sensación que sentí cuando tenía siete años y entré por primera vez a un hospital por la puerta de urgencias. Acababa de salir del colegio, y en un despiste propio de la edad me dio por cruzar la calle sin mirar y acabé siendo atropellado por un coche. Me llevaron al hospital y la cosa no pasó más allá de un esguince en un tobillo después de que me hicieran algunas pruebas.
Pero por aquel entonces, ante las dificultades por las que atravesaba mi familia, me hice uno de esos raciocinios propio de la niñez y me sentí muy apurado por lo que le costaría a mis padres todas esas pruebas y atenciones que acababa de recibir del personal sanitario. Entonces me explicaron que en este país tenemos una serie de servicios públicos que la ciudadanía paga mediante sus impuestos y que hace que tengamos, entre otras muchas cosas, atención médica universal.
Aquello me impactó y me hizo identificar por primera vez para qué servía la política.
Años más tarde conocí que estos derechos eran considerablemente recientes y que, además, éramos de los países más avanzados y solidarios en relación a la protección, porque en lugares tan desarrollados como Estados Unidos sólo disponían del vetusto seguro laboral obligatorio que deja en la incertidumbre a aquel que pierde el empleo.
También supe que los españoles invertimos algo más del 6% de los presupuestos públicos para cubrir los gastos sanitarios mientras que la media de los países europeos es notablemente superior. Y en estos momentos en los que necesitamos ser lo más eficiente y riguroso posible con el gasto público, he conocido que allá donde debemos reducir la cuentas sin necesidad de recortar en prestaciones es acudiendo al gasto farmacéutico y a la sobreexplotación innecesaria de los recursos tecnológicos y profesionales.
Vamos, que tiremos de fármacos genéricos y no desconfiemos del profesional diagnóstico de nuestro médico y que éstos no puedan combinar sus trabajos en la pública con tareas en la privada. De modo que, para defenderse de aquellos que sufren privatitis aguda provocada por una degeneración de la decencia política os recomendaría que este otoño utilicéis la vacuna contra el re-pago.
http://www.teleprensa.es/murcia-noticia-326232-vacuna-contra-el-re-pago.html
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